Nuestra lucha no se trata de una mera elección estrecha entre opciones electorales dentro del actual régimen, sino de apostar por formas de organización económica y espiritual, cualitativamente superiores a la civilización burguesa, donde se garantiza la emancipación del proletariado y la democracia real. Es la lucha popular por la conquista de la civilización socialista, partiendo del estudio científico de las bases materiales que lo posibilitan y con el objetivo último del comunismo.

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6 de agosto de 2016

Marx llevaba bastante razón


Vicenç Navarro

Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra, y ex Catedrático de Economía. Universidad de Barcelona

Como consecuencia del enorme dominio que las fuerzas conservadoras tienen en los mayores medios de difusión y comunicación, incluso académicos, en España (incluyendo Catalunya), el grado de desconocimiento de las distintas teorías económicas derivadas de los escritos de Karl Marx en estos medios es abrumador. Por ejemplo, si alguien sugiere que para salir de la Gran Recesión se necesita estimular la demanda, inmediatamente le ponen a uno la etiqueta de ser un keynesiano, neo-keynesiano o “lo que fuera” keynesiano. En realidad, tal medida pertenece no tanto a Keynes, sino a las teorías de Kalecki, el gran pensador polaco, claramente enraizado en la tradición marxista, que, según el economista keynesiano más conocido hoy en el mundo, Paul Krugman, es el pensador que ha analizado y predicho mejor el capitalismo, y cuyos trabajos sirven mejor para entender no solo la Gran Depresión, sino también la Gran Recesión. En realidad, según Joan Robinson, profesora de Economía en la Universidad de Cambridge, en el Reino Unido, y discípula predilecta de Keynes, este conocía y, según Robinson, fue influenciado en gran medida por los trabajos de Kalecki.
Ahora bien, como Keynes es más tolerado que Marx en el mundo académico universitario, a muchos académicos les asusta estar o ser percibidos como marxistas y prefieren camuflarse bajo el término de keynesianos. El camuflaje es una forma de lucha por la supervivencia en ambientes tan profundamente derechistas, como ocurre en España, incluyendo Catalunya, donde cuarenta años de dictadura fascista y otros tantos de democracia supervisada por los poderes fácticos de siempre han dejado su marca. Al lector que se crea que exagero le invito a la siguiente reflexión. Suponga que yo, en una entrevista televisiva (que es más que improbable que ocurra en los medios altamente controlados que nos rodean), dijera que “la lucha de clases, con la victoria de la clase capitalista sobre la clase trabajadora, es esencial para entender la situación social y económica en España y en Catalunya”; es más que probable que el entrevistador y el oyente me mirasen con cara de incredulidad, pensando que lo que estaría diciendo sería tan anticuado que sería penoso que yo todavía estuviera diciendo tales sandeces. Ahora bien, en el lenguaje del establishment español (incluyendo el catalán) se suele confundir antiguo con anticuado, sin darse cuenta de que una idea o un principio pueden ser muy antiguos, pero no necesariamente anticuados. La ley de la gravedad es muy, pero que muy antigua, y sin embargo, no es anticuada. Si no se lo cree, salte de un cuarto piso y lo verá.

La lucha de clases existe
Pues bien, la existencia de clases es un principio muy antiguo en todas las tradiciones analíticas sociológicas. Repito, en todas. Y lo mismo en cuanto al conflicto de clases. Todos, repito, todos los mayores pensadores que han analizado la estructura social de nuestras sociedades –desde Weber a Marx- hablan de lucha de clases. La única diferencia entre Weber y Marx es que, mientras que en Weber el conflicto entre clases es coyuntural, en Marx, en cambio, es estructural, y es intrínseco a la existencia del capitalismo. En otras palabras, mientras Weber habla de dominio de una clase por la otra, Marx habla de explotación. Un agente (sea una clase, una raza, un género o una nación) explota a otro cuando vive mejor a costa de que el otro viva peor. Es todo un reto negar que haya enormes explotaciones en las sociedades en las que vivimos. Pero decir que hay lucha de clases no quiere decir que uno sea o deje de ser marxista. Todas las tradiciones sociológicas sostienen su existencia.

Las teorías de Kalecki
Kalecki es el que indicó que, como señaló Marx, la propia dinámica del conflicto Capital-Trabajo lleva a la situación que creó la Gran Depresión, pues la victoria del capital lleva a una reducción de las rentas del trabajo que crea graves problemas de demanda. No soy muy favorable a la cultura talmúdica de recurrir a citas de los grandes textos, pero me veo en la necesidad de hacerlo en esta ocasión. Marx escribió en El Capital lo siguiente: “Los trabajadores son importantes para los mercados como compradores de bienes y servicios. Ahora bien, la dinámica del capitalismo lleva a que los salarios –el precio de un trabajo- bajen cada vez más, motivo por el que se crea un problema de falta de demanda de aquellos bienes y servicios producidos por el sistema capitalista, con lo cual hay un problema, no solo en la producción, sino en la realización de los bienes y servicios. Y este es el problema fundamental en la dinámica capitalista que lleva a un empobrecimiento de la población, que obstaculiza a la vez la realización de la producción y su realización”. Más claro, el agua. Esto no es Keynes, es Karl Marx. De ahí la necesidad de trascender el capitalismo estableciendo una dinámica opuesta en la que la producción respondiera a una lógica distinta, en realidad, opuesta, encaminada a satisfacer las necesidades de la población, determinadas no por el mercado y por la acumulación del capital, sino por la voluntad política de los trabajadores.
De ahí se derivan varios principios. Uno de ellos, revertir las políticas derivadas del domino del capital (tema sobre el cual Keynes no habla nada), aumentando los salarios, en lugar de reducirlos, a fin de crear un aumento de la demanda (de lo cual Keynes sí que habla) a través del aumento de las rentas del trabajo, vía crecimiento de los salarios o del gasto público social, que incluye el Estado del bienestar y la protección social que Kalecki define como el salario social.
Mirando los datos se ve claramente que hoy las políticas neoliberales realizadas para el beneficio del capital han sido responsables de que desde los años ochenta las rentas del capital hayan aumentado a costa de disminuir las rentas del trabajo (ver mi artículo “Capital-Trabajo: el origen de la crisis actual” en Le Monde Diplomatique, julio 2013), lo cual ha creado un grave problema de demanda, que tardó en expresarse en forma de crisis debido al enorme endeudamiento de la clase trabajadora y otros componentes de las clases populares (y de las pequeñas y medianas empresas). Tal endeudamiento creó la gran expansión del capital financiero (la banca), la cual invirtió en actividades especulativas, pues sus inversiones financieras en las áreas de la economía productiva (donde se producen los bienes y servicios de consumo) eran de baja rentabilidad precisamente como consecuencia de la escasa demanda. Las inversiones especulativas crearon las burbujas que, al estallar, crearon la crisis actual conocida como la Gran Depresión. Esta es la evidencia de lo que ha estado ocurriendo (ver mi libro Ataque a la democracia y al bienestar. Crítica al pensamiento económico dominante, Anagrama, 2015)
De ahí que la salida de la Gran Crisis (en la que todavía estamos inmersos) pase por una reversión de tales políticas, empoderando a las rentas del trabajo a costa de las rentas del capital. Esta es la gran contribución de Kalecki, que muestra no solo lo que está pasando, sino por dónde deberían orientar las fuerzas progresistas sus propuestas de salida de esta crisis, y que requieren un gran cambio en las relaciones de fuerza Capital-Trabajo en cada país. El hecho de que no se hable mucho de ello responde a que las fuerzas conservadoras dominan el mundo del pensamiento económico y no permiten la exposición de visiones alternativas. Y así estamos, yendo de mal en peor. Las cifras económicas últimas son las peores que hemos visto últimamente.

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2 de julio de 2016

El Movimiento Comunista Latinoamericano respalda a las FARC en los Acuerdos de Paz


En la foto los camaradas del Secretariado de las FARC Timoléon Jiménez, Pablo Catatumbo y Rodrigo Granda , el dirigente del Movimiento Continental Bolivariano (MCB) Carlos Casanueva, miembro del C.C. del Partido Comunista chileno (PCCh), el Primer Secretario del Partido Comunista de México (PCM) Pável Blanco Cabrera, los Secretarios generales de los Partidos Comunistas de Paraguay (PCP) Najib Amado, de Venezuela  (PCV) Oscar Figuera y Juan Antonio Gonzalez del Partido Comunista de El Salvador .

Estamos seguros que en esta foto estarían de tener la oportunidad el camarada Paricio Etchegaray, secretario del Partido Comunista de la Argentina (PCA( y los camaradas del Partido Comunista Brasileño (PCB)

El estancamiento y retroceso a que han llevado los procesos políticos progresistas de Argentina, Paraguay, Uruguay, Brasil, Perú y Venezuela los sectores de burguesía nacional, burguesía burocrática y socialdemócratas llama al reforzamiento de organizaciones revolucionarias obrero-campesinas de línea inequívoca Marxista-Leninista. Los pueblos deben construir nuevas generaciones de combatientes y militantes comunistas que sean capaces de dirigir las grandes luchas que hay que dar para derribar los gobiernos reaccionarios de Argentina, Brasil, Paraguay y Honduras, reconducir el Frente Amplio uruguayo en manos de blandos socialdemócratas, defender la República Bolivariana atenazada por la corrupción de la burguesía burocrática y el ataque brutal del imperialismo y sus lacayos, respaldar a las FARC y al movimiento revolucionario colombiano para que tome el poder y apoyar a Cuba socialista en su rol de centro revolucionario continental.



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28 de junio de 2016

LA LUCHA GUERRILLERA Y EL ACUERDO DE PAZ.

Timoleón Jiménez
Camaradas asistentes a la conferencia del Comité Distrital del Partido Comunista Colombiano, Mario Upegui Hurtado.
Desde la Delegación de Paz de las FARC-EP en la Mesa de Conversaciones de la Habana les extendemos nuestro saludo cálido, revolucionario y el deseo de éxitos en el desarrollo de este importante certamen.
52 años después de que la agresión militar del Plan LASO diera origen a nuestro levantamiento en armas, con la esperanza hoy de un pronto Acuerdo de Paz cuya conquista ya se ve clara en el horizonte, es para nosotros grato poder  presentar opiniones sobre el tema de las resistencias y la  lucha por la paz, en este conversatorio inaugural de la Conferencia Distrital de Bogotá de los camaradas del Partido Comunista Colombiano.
Nuestro combate armado, desde sus orígenes y su mismo inicio ha sido una lucha sostenida por la paz.
La construcción de la paz, ya empezada en el proceso de La Habana, es sin duda una gesta para potenciar las resistencias contra la guerra y contra todo aquello que la ha engendrado.
Por ello, vemos continuidad entre la resistencia y la paz, entre la paz y la resistencia. Nada más equivocado que ver contradicción entre estas dos banderas del pueblo colombiano. Pero, obviamente, el tránsito histórico hacia una sociedad sin conflicto armado, implicará necesariamente una auténtica ola de transformaciones para las que el movimiento popular y revolucionario debe prepararse
En 1.949 el Comité Central del Partido Comunista Colombiano, logró reconocer tempranamente la justeza y la necesidad de la táctica de la autodefensa de masas para enfrentar la represión y la violencia bipartidista. Del desarrollo de esta política fundida con la creciente resistencia de las comunidades agrarias, surgió hace ya más de 5 décadas la actual etapa de lucha guerrillera, ante la tozudez del establecimiento de bombardear con aviones de la Fuerza Pública las justas reivindicaciones del campesinado.
La lucha insurgente colombiana no hubiese podido resistir medio siglo si no correspondiese a necesidades históricas de nuestro pueblo. Los informes de la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas arrojan mucha claridad en este sentido, ligando nuestro surgimiento como guerrilla, a causalidades sociales  en la cuestión agraria y en la exclusión política, lo que derruye tesis falseadas sobre nuestro origen y desarrollo como  movimiento revolucionario armado.
Nadie puede hoy desconocer, que desde el mismo Programa Agrario del 20 de julio de 1964, el llamado de las FARC fue por el diálogo y la construcción de vías incruentas para la resolución del conflicto social armado que sembró entre nosotros la oligarquía.
Pero Tuvieron que pasar 20 años para que el Gobierno Nacional bajo el mandato de Belisario Betancurt, se decidiese por primera vez a establecer conversaciones de paz.
Hoy tras 32 años de búsqueda de la salida política y 3 procesos cancelados por las negativas del establecimiento, en La Habana se ha logrado labrar un camino que  nos está conduciendo efectivamente a la finalización de la guerra.
Sin duda podemos decir que en esta ocasión, hemos avanzado más que en cualquier otra oportunidad, pese a los escollos que aún quedan por sortear.
A nuestro juicio, el mayor logro de La Habana hasta ahora, ha sido asestarle una importante derrota al paradigma de la salida militarista  a la crisis, que tanto embrujó al establecimiento colombiano y global en épocas recientes.
Para esto, hubo que soportar todos las campañas militares desatadas en contra nuestra, desde los imperialistas planes LASO y plan Colombia, hasta el llamado Estatuto de Seguridad de Turbay, la Guerra Integral de Gaviria, el Plan Patriota, el Plan Espada de Honor el Plan de consolidación y la mal llamada Seguridad Democrática de Uribe.
Nunca antes, en Nuestra América, una guerrilla había tenido que enfrentar tal tenaza militar de desproporcionado pie de fuerza estatal, ingente apoyo extranjero,  y la utilización de fuerzas irregulares privadas como política de Estado, en un intensidad a la que pudimos responder saliendo airosos en el campo de batallas, porque siempre contamos  con el invaluable apoyo del pueblo humilde y empobrecido que nos ha acompañado.
La insurgencia que declararon vencida una y mil veces en los medios del establecimiento, continuó firme pese a los golpes recibidos, porque sus bases se enraízan en la lucha emancipatoria de las masas, que aún tiene innumerables problemas por resolver, pues los bombardeos no distribuyeron la tierra, ni los aviones fantasma abrieron espacios de participación política; por ello, podemos expresar con profundo convencimiento, que la guerra que ha seguido hasta hoy, no es la solución.
Jamás se ha visto que un Estado, por débil que sea, se siente con el total consenso de la comunidad internacional, de la Casa Blanca y hasta del El Vaticano, a construir reformas sociales y políticas con una cuadrilla de malhechores, o con un grupo vencido militarmente y en la bancarrota política.
Siempre hemos dicho que no viajamos a Cuba a rendirnos ni a entregarnos: En La Habana, hemos conversado y construido solidas bases para dar inicio a importantes transformaciones de nuestro país.
Se ha convenido por ejemplo, la reforma rural integral que abra el camino para dejar atrás la ignominiosa concentración de la tierra y la rampante miseria de nuestra población rural; hemos acordado los lineamientos centrales para la apertura democrática que requiere la paz, dando mayor impulso a la participación política de los excluidos, en medio de garantías para las expresiones políticas y sociales que han sufrido la negación histórica por parte del sistema.
Fruto de los debates en la Mesa ha quedado en tela de juicio la equivocada política de “guerra contra las drogas” impuesta por Washington, con sus acentos punitivistas y agresor.
En su relevo necesario, se construyeron programas alternativos para la sustitución voluntaria y el tratamiento del consumo como un problema de salud pública.
También ha quedado fuera de escena, el cuestionado ius poniendo, o la capacidad de impartir justicia del Estado colombiano, dando paso a una nueva Jurisdicción Especial para la Paz, dentro de un gran Sistema Integral de Verdad, Justicia, Reparación y No Repetición, que reemplazará las verdades contrahechas y a un aparato judicial ilegítimo que ha servido de instrumento de guerra, de impunidad para los corruptos y de garrote para la gente humilde y el movimiento social. Todos estos cambios se han hecho pensando principalmente en los derechos de las víctimas.
Hemos logrado también pactar con el gobierno, compromisos serios para el desmantelamiento de esa política de Estado que es el paramilitarismo de viejo y de nuevo cuño, con una estrategia múltiple, que logre combatir no solo a los últimos eslabones de la cadena, sino a sus operadores políticos, económicos e ideológicos, al tiempo que se atacan simultáneamente todas sus expresiones.
No sobra recomendar, una revisión rigurosa de los Acuerdos parciales, sus asteriscos y salvedades a fin de tener mayor claridad sobre la dimensión de lo discutido y lo trascendente de lo ya definido para el beneficio de las mayorías; considerando eso sí, que aún hay importantes aspectos por consensuar; uno de ellos, la implementación misma de lo que hasta ahora solamente está en el papel, pero es necesario hacer realidad.
No menos importante es el entendimiento recientemente conseguido entre las partes sobre el carácter de Acuerdo Especial de todo lo firmado. Este acuerdo, ha sido un verdadero candado jurídico que incorpora los acuerdos de paz al orden jurídico nacional e internacional, en total armonía con los Convenios de Ginebra que rigen el desarrollo de la guerra y los cuales el Estado colombiano ha suscrito.
Por esta vía, se ha abierto la ruta más segura y expedita para que los importantes alcances de la mesa de La Habana, no queden al garete de los avatares parlamentarios, ni en meras promesas del ejecutivo sin posibilidad legal de hacerse realidad.
Solo las partes podrían eventualmente modificar lo acordado y no habría que esperar a los paquidérmicos trámites ordinarios propios del poder constituido, el tratado de paz que pretendemos.
No obstante, no podemos perder de vista que, frente a una historia de sempiternos incumplimientos a las justas reivindicaciones de esa otra colombia olvidada que constituye las mayorías nacionales, requerimos no solamente de seguridad jurídica para la paz, sino también y ante todo, de seguridad política.
Esta seguridad solo puede provenir de un creciente apoyo de los sectores populares al proceso de paz, y a la suma de las más diversas expresiones políticas al consenso de los acuerdos.
Es en este terreno donde es fundamental el papel de las compañeras y los compañeros comprometidos en la lucha por la solución política, para activar esta gran ola que abrace la Mesa de diálogos y haga posible la culminación de los puntos restantes, su pronta realización y su cristalización en la práctica.
Aun restan importantes debates sobre puntos esenciales  sobre el punto 3 Fin del conflicto que deberán establecer los marcos de definición  de asuntos como el Cese al Fuego bilateral y definitivo, lo mismo que sobre el tema de la dejación de armas, la Reincorporación de las FARC-EP en lo político, lo económico y lo social, las 42 salvedades a los acuerdos parciales, la implementación y el presupuesto para el cumplimiento de lo ya acordado, así como el mecanismo de refrendación, asuntos todos estos, que solo pueden lograrse en medio del acompañamiento popular y democrático, para que las salidas a los mismos no sean imposiciones  gubernamentales, sino consenso de las partes que prioricen el concurso de la sociedad.
Valga la oportunidad para hacer dos claridades respecto a la recta final del proceso:
Ratificar que las FARC-EP en ningún momento ha negado la posibilidad de un mecanismo de una refrendación que incluya la consulta al electorado.
En lo que hemos sido enfáticos es en la improcedencia del llamado Plebiscito por la Paz.
Por tres razones: a) por cuanto somete un fin mismo de la nación y derecho fundamental, al escrutinio de las urnas, yendo en contravía de la misma constitución, porque es que la paz no es plebiscitable;
2-Por su improcedencia legal, ya que otorga al plebiscito potestades aprobatorias sobre materias que nos son resorte del ejecutivo como el cúmulo de reformas constitucionales y legales derivadas de los acuerdos; y,
3 por cuanto ha sido una propuesta no definida por la Mesa, que entraría en contradicción con la ya aprobada categoría del Acuerdo Especial.
Tambien, es bueno aclarar que la aprobación de la categoría de Acuerdo Especial o la exploración de los mecanismos de refrendación,  no significan que hayamos retirado la bandera de la ANC.
La Asamblea Nacional Constituyente no es un instrumento refrendatorio, sino que es un punto de llegada del proceso de paz, un paso necesario para la implementación de lo acordado y para la  participación plena del constituyente primario, redoblando así la seguridad jurídica y política, mas el efectivo desarrollo de los acuerdos.
No estamos hablando de una ANC  para aprobar el Acuerdo Final, que ya tendría fuerza vinculante con la mera firma de las partes, sino que es un ejercicio de poder constituyente para adaptar la institucionalidad del país a esta nueva etapa histórica para la que se está preparado: la paz.
¿Cómo se piensa entonces resolver el numeral 3.5 de la Agenda que trata sobre las reformas y ajustes institucionales necesarios para la paz, sino es a través de una ANC?
Tampoco es cierto que sea  una ANC para las FARC, sino para posibilitar la participación efectiva del más variado espectro de expresiones sociales y políticas hoy excluidas del régimen vigente, para lo cual deberán acordarse las medidas del caso para que todos estemos representados, y en cuya construcción esperamos encontrarnos con  todos los sempiternamente excluidos y con todos los amigos de la paz.
Con estas dos  claridades, dos comentarios finales sobre el escenario del post-acuerdo:
Photo published for Comunicado| Que éste sea el último día de la guerra
No hemos librado una lucha de más de medio siglo para quedarnos encerrados en cárceles a cielo abierto, ni para hacer política en recónditos parajes con dantas y churucos.
En la Mesa está en discusión nuestra reincorporación política, económica y social, no nuestra exclusión de la vida política, económica y social del país.
Así que, se equivocan los que en su afán editorial se apresuran a despedirse de nosotros y decirle “Adiós a las FARC”, porque de lo que se trata de construir en el Acuerdo Final, es darnos la bienvenida para que en medio de garantías y condiciones de igualdad, podamos disputar el poder político al establecimiento.
Hemos sido claros, las FARC no se desmovilizan, se transforman, se movilizarán ya sin armas, en tránsito a un nuevo movimiento político enraízado en las masas populares de campos y de ciudades, que espera confluir con el conjunto del movimiento democrático, rompiendo prevenciones y sectarismos, en una gran convergencia que prontamente sea alternativa para gobernar el país, fortaleciendo los cambios introducidos por los acuerdos de La Habana y produciendo las transformaciones democráticas que nuestro reclama.
Por otra parte, el proceso de implementación de los acuerdos no puede entenderse como una dádiva arrancada al Estado y sometida por ello a sus dinámicas burocráticas.
Todos los componentes de la  implementación, -incluidos los recursos-  que permitan concretar lo acordado, debe ser definidos bilateralmente y con la participación protagónica de las comunidades.
Estamos en mora, que el arduo trabajo labrado en la Mesa, reciba el enriquecimiento y la concreción de los movimientos sociales y políticos para que se apropien y desarrollen lo acordado.
Y en este sentido, sin duda Bogotá, capital que concentra las principales estructuras de poder que requieren ser democratizadas para poner fin al conflicto armado, ha de ser escenario privilegiado  para la implementación de los acuerdos.
Esperamos el concurso del Comité Distrital Mario Upegui y de todas las fuerzas populares para poderlo llevar a cabo.
Bogotá no ha sido ajena a los padecimientos de la guerra y no puede estar fuera de la paz. Es nuestro deber colectivo construir un proyecto de ciudad incluyente para un país en paz.
Agradeciendo inmensamente esta posibilidad de compartir nuestras reflexiones con Uds, cerramos esta intervención recordando a todos nuestros camaradas caídos en las diversas formas de lucha, comunistas y revolucionarios que en la montaña o en la ciudad, en la acción de masas y en la clandestinidad, labraron este proceso de cambio, esta Nueva Colombia que empieza a nacer.
En su honor ganaremos la paz, y en la paz seguiremos luchando por un nuevo gobierno democrático y popular, sin renunciar nunca a los principios por los que ellos, ustedes y nosotros hemos puesto en juego la vida: La Nueva Colombia, la Patria Grande y el Socialismo.
Muchas gracias.
http://www.pazfarc-ep.org/comunicadosfarccuba/item/3451-de-las-resistencias-a-la-lucha-por-la-paz-con-justicia-social.html 

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2 de abril de 2016

Partido Comunista de Cuba: la actual coyuntura de América latina y sus perspectivas

Resumen Latinoamericano / 01 de abril 2016.-
OPINIONES DEL PARTIDO COMUNISTA DE CUBA, marzo 2016.
 
Ante las inquietudes de diversos sectores progresistas y de izquierda sobre la actual coyuntura en América Latina,creemos oportuno divulgar la ponencia presentada por el Partido Comunista de Cuba en el Seminario Internacional “Los Partidos y una Nueva Sociedad”, XX edición, celebrado en México a instancias del PT mexicano.

Retrocesos, potencialidades y perspectivas.

La coyuntura política latinoamericana al comenzar este 2016 muestra cambios significativos respecto a años anteriores. Los reveses electorales de la izquierda y el progresismo son sin dudas relevantes al permitir que las oligarquías locales recuperen importantes espacios institucionales, además por sus efectos negativos en el orden ideológico y simbólico.
El control del gobierno federal en Argentina por parte de una coalición de partidos conducida por los sectores más derechistas, planea instalar una versión recargada del neoliberalismo de los años 90.
Por su parte, la derecha venezolana puede actuar ahora desde un espacio estatal como la Asamblea Nacional, a lo que se suman las acciones subversivas y la guerra económica. Se encuentra en mejores condiciones para articular una estrategia dirigida a socavar la revolución bolivariana.
La izquierda y el progresismo colombiano, en momentos que parece más cerca que nunca la concreción de la paz, pierde ahora el gobierno de Bogotá, la localidad más importante del país.
La victoria opositora en el referéndum en Bolivia devela claramente que la guerra contra el progresismo y la izquierda son de naturaleza esencialmente política y que no basta con notables avances en el terreno socio económico.
Las derrotas suelen tener un impacto desmoralizador y lamentablemente abona a procesos de fragmentación de nuestras organizaciones, degradando la conciencia política acumulada, donde nuestros pueblos han avanzado un amplio trecho.
El incipiente y prometedor proceso de integración nuestro americano, obstáculo para el ejercicio de la hegemonía imperial en la región, será duramente cuestionado y de ser posible desvirtuado, alentándose por el contrario la incorporación a las actuales formas de dominación imperial implícita en la Alianza del Pacífico y el TPP.
Asimismo favorece las teorías sobre el supuesto “fin del ciclo progresista”, que en rigor coincide con el discurso de estas derechas y del enfoque imperialista sobre lo efímero de las experiencias de cambios en la región, pasando por alto la dialéctica de la política y la capacidad de recuperación de las fuerzas y movimientos sociales proclives a dichos cambios.
Lo simbólico está también en el talante autoritario de estas derechas, coherente con las medidas y proyecciones neoliberales. Hay autoritarismo en la actuación de los grandes medios de comunicación para adormecer las conciencias y en la decisión de invisibilizar la historia patria.
Es obligado insistir que los avances de la derecha continental no responden a que súbitamente representan una alternativa popular, sino porque han apelado a la estafa de las voluntades electorales mediante el acoso mediático, la distorsión de la verdad y el virtual chantaje a los ciudadanos. 
Esa derecha ha contado con el apoyo decidido del Imperialismo bajo la modalidad de una contraofensiva articulada a nivel internacional, denunciada reiteradas veces. Por eso en nuestra opinión no puede pensarse en un programa y una acción de izquierda sin que sea inevitablemente antiimperialista.
La sumatoria de estos factores pero sobre todo nuestra limitada capacidad de disputar la preeminencia ideológica del imperialismo explica en buena medida los retrocesos electorales.
La dimensión cultural de esta confrontación alcanza por tanto niveles inéditos. En ese terreno tenemos muchas fortalezas y nuestra historia está plagada de experiencias de resistencia emancipadora que no siempre hemos podido o sabido aprovechar.
También es obligado comprender las limitaciones de carácter estructural e internacional que debemos enfrentar, como los efectos de la crisis económica global de largo aliento o el tener que actuar en los marcos de un sistema político diseñado para prolongar los privilegios de las oligarquías subordinadas al imperialismo y no para acometer profundos cambios sociales.

¿Qué hacer?

Varios análisis han abordado los errores que se han cometido sin embargo toca a cada cual sacar las experiencias pertinentes, recordando que la auto critica siempre es revolucionaria, cuando es sincera y transparente, hecha en el lugar y el momento adecuado.
Los desafíos son enormes y la realidad se muestra adversa, pero nuestra primera tarea debería ser evitar la desmovilización de nuestras fuerzas políticas y movimientos sociales.
En nuestra opinión estos reveses no deben servir para argumentar contra la viabilidad y pertinencia de los procesos progresistas. Si hubieran sido funcionales a los intereses imperiales, ¿cómo explicar que son blanco de la mencionada contraofensiva?
En ocasiones la correlación de fuerzas no favorece los cambios, lo que nos recuerda crudamente que no siempre lo que se quiere es lo que se puede. Obviamente debemos proponernos la modificación de esta realidad con proyectos de articulación política más eficaces, pero desde luego ello no implica postergar la acción o paralizarnos en espera de tiempos mejores.
De allí que consideramos por ejemplo, que las fuerzas progresistas y de izquierda que conducen los procesos deben descartar la idea de abandonar eventualmente el control del gobierno, suponiendo que un supuesto y esperable fracaso de las autoridades derechistas nos catapultará de nuevo al poder.
Un asunto de vital importancia tiene que ver con la necesidad de la unidad de la izquierda. Es cierto que se verifican grandes esfuerzos pero convengamos que son muchos los contra tiempos y fracasos en este terreno.
Esa unidad es la garantía del triunfo y de la sostenibilidad de nuestros proyectos; es lo que trasmite la experiencia de la Revolución cubana. Naturalmente no hay ni puede haber una fórmula única, existen tantas posibilidades como situaciones políticas y momentos históricos concretos.
Sin embargo la experiencia indica que un paso ineludible, creador e inspirador, es la elaboración de un programa político, que analice el presente que se quiere transformar y proponga el futuro que se quiere construir. Explicar el futuro aclara los alcances de la utopía y puede revolucionar la mente de los jóvenes, tan necesarios para estos empeños.
Con el programa político se tiene la herramienta para convocar y para movilizarse e incluso para elegir cabalmente los que lideraran los procesos de cambio. Por fuera del programa político, debidamente consensuado, solo quedarán los proyectos individuales.
Debemos ser creativos y ofensivos en la determinación y convocatoria del sujeto social de los cambios que no debería reducirse a nuestra base social natural, los llamados sectores populares.
Los acontecimientos imponen también la necesidad de una política direccionada hacia las denominadas capas o clases medias, sobre todo cuando muchas de estas personas deben su ascenso social justamente a las políticas desarrolladas por los procesos progresistas. La realidad demuestra que la prosperidad económica, sin formación ideológica, puede producir paradójicamente adversarios políticos.

Integración y concertación política regional, más necesarias que nunca.

En esta coyuntura se hace más pertinente y decisiva la solidaridad y el fortalecimiento de la integración de América Latina y el Caribe porque de ella depende la supervivencia de nuestra soberanía. Justamente consideramos que esa integración constituye el blanco de ataque principal del Imperialismo y sus servidores en la región.
Por ello, los espacios de articulación política e integración como el ALBA, UNASUR y CARICOM por solo citar algunos, son instrumentos fundamentales para defender los procesos progresistas y enfrentar los planes imperiales.
La CELAC en particular constituye un objetivo estratégico al ser el ámbito de coordinación política e integración más abarcador. Cuenta con la Proclama de América Latina y el Caribe como Zona de Paz, documento histórico que convoca a la unidad en la diversidad.
Por su parte la izquierda latinoamericana debe fortalecer los espacios de concertación como son el Foro de San Pablo, la ELAP o este propio Seminario Internacional “Los Partidos y una Nueva Sociedad”, que ahora celebra su XX edición.
Es recomendable aprovechar estos momentos para despojarnos de la auto complacencia y del debate limitado al diagnóstico; es la hora de proponernos avanzar en el intercambio de experiencias que sirvan para el lanzamiento de acciones más contundentes de solidaridad y apoyo a nuestros pueblos.

Postura de Cuba en la actual coyuntura.

Hay que recordar que Cuba seguirá construyendo el socialismo refrendado y apoyado a costa de grandes sacrificios por la inmensa mayoría de su pueblo.
Asimismo, en los marcos del proceso de relacionamiento con EU, reiteramos nuestra disposición a enfrentar los desafíos y las oportunidades implícitas, sin negociar jamás nuestro sistema social, la soberanía y la independencia.
En ese sentido la política exterior de la Revolución cubana seguirá siendo fiel a sus principios. Continuaremos defendiendo sin descanso las causas justas y los intereses de América Latina y el Caribe como el mencionado proceso de integración.
La revolución bolivariana en Venezuela, los procesos de cambio en Ecuador y Bolivia, así como el gobierno de Dilma y el PT en Brasil y otros procesos progresistas pueden contar con nuestra más absoluta solidaridad.
En igual sentido, la izquierda y el progresismo en nuestra región tuvieron y continuaran teniendo en la Revolución cubana su más fiel acompañante en las luchas por venir.  
 
http://www.resumenlatinoamericano.org/2016/04/01/la-actual-coyuntura-en-america-latina-y-sus-perspectivas/ 


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1 de abril de 2016

Cuba sigue siendo el faro

Cuba sigue siendo el Faro

Por Antonio Guillermo García Danglades
La visita del presidente de EEUU a Cuba significa una gran victoria para la Revolución Cubana.  El discurso del Presidente Raúl Castro en rueda de prensa conjunta con Barack Obama, ha sido una nueva demostración de coraje y valentía que dignifica a su pueblo y reivindica la revolución y el socialismo. Sus palabras, desligadas de retóricas pero llenas de verdades y hechos irrefutables, también demuestran la fortaleza y capacidad intelectual, profesional y técnica de los líderes y funcionarios del Estado cubano y del partido de la Revolución, quienes han desarrollado, implementado y gestionado un arduo trabajo metodológico bajo los más altos estándares de calidad y disciplina que les ha asegurado esta victoria.
 Y es que a base de dignidad, resistencia y lucha revolucionaria, aun en las más difíciles circunstancias y con el imperio más poderoso del planeta a tan solo 145 kilómetros de sus costas, la isla del prócer José Martí ha sabido trazarse un camino certero para resguardar su libertad y soberanía, y los derechos humanos indispensables para el desarrollo integral de su pueblo.
 Hace 60 años, un puñado de valiosos hombres desembarcó en Los Cayuelos con el ideal revolucionario de tener una patria libre y soberana. Tras dos años de campaña heroica en la Sierra Maestra, las gloriosas fuerzas revolucionarias bajo el insigne comando de Fidel, tomaron el poder para cambiar la historia de Cuba y América Latina, y el mundo. EEUU no toleró tamaña osadía, y el pueblo cubano debió resistir con hidalguía invasiones y atentados magnicidas, incluso la eventualidad que en su suelo estallase una bomba nuclear más potente que las lanzadas en Hiroshima y Nagasaki.
La disolución de la Unión Soviética le aseguró al imperialismo una derrota fulminante para la Revolución Cubana, pero el llamado “fin de la historia” no tuvo eco en la sociedad del nuevo hombre latinoamericano. Con grandes sacrificios, el pueblo cubano y su dirigencia transitaron y vencieron las adversidades del período especial, y han enfrentado con estoicismo el bloqueo criminal que le impuso el imperio por 50 años y que hoy debe admitir como un fracaso, después de Vietnam, el mayor revés de las políticas guerreristas de EEUU.
 En todos estos años, a la Revolución Cubana no le ha temblado el pulso para señalar a los forajidos que la amenazan dentro y fuera de ella, no ha sido nunca dócil con la corrupción, se sacrifica y resiste a los embates que recibe a diario, y actúa de manera digna y soberana, con plena conciencia revolucionaria. Precisamente, la plena coherencia entre su praxis y discurso, evita las contradicciones que puedan terminar amenazando su fortaleza y solidez, y le han hecho ganar el respeto de todo el mundo, propios y extraños.
La Revolución Cubana jamás se ha desconectado de su pueblo, pues ella es fiel reflejo de sus demandas y porvenir.
Hoy, cuando los procesos emancipadores de América Latina están siendo amenazados por la ofensiva hegemónica del imperialismo norteamericano y sus aliados transnacionales, el ejemplo de Cuba cobra nuevamente relevancia histórica. Cuando los regímenes autoritarios, apoyados por el mismo poder imperial, oprimían a sus pueblos con hambre  y violencia, Cuba era el ejemplo a seguir.
Es hora de volver la mirada sobre la isla que nos enseñó el camino.
Cuba es el faro.
De Barómetro Internacional desde Venezuela http://www.barometrointernacional.com.ve/2016/03/30/cuba-sigue-siendo-faro/ 

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